En el extenso mapa del placer femenino, el punto G ha sido durante décadas un territorio envuelto en fascinación, misterio y debate. ¿Se trata realmente de una zona erógena con base anatómica, o estamos ante una creación cultural moldeada por mitos, expectativas y deseo? Su existencia ha sido defendida con pasión y cuestionada con escepticismo, convirtiéndolo en uno de los enigmas más comentados de la sexualidad femenina.