La escuela, a pesar de sus limitaciones en los países pobres y de ingresos medios, es el principal mecanismo para igualar oportunidades, conforme análisis de Banco Mundial, UNESCO y UNICEF.
El impacto del cierre por la crisis sanitaria de COVID19 de escuelas en los niños y jóvenes de todo el mundo es gigantes una bomba que destruye un solo capital: el humano.
En ese contexto, el Banco Mundial, UNESCO y UNICEF crearon la Misión Recuperación de la Educación 2021, como una tarea urgente para este año, donde llaman a los gobiernos adoptaen medidas urgentes y decisivas para abrir las escuelas de forma segura allí donde permanecen cerradas, y dar prioridad a políticas que garanticen la recuperación del aprendizaje perdido.
Una síntesis de las encuestas epidemiológicas y de los análisis de los hogares indica que los niños transmiten el virus de forma menos eficaz que los adultos y que, con las precauciones y estrategias para minimizar la transmisión establecidas, las escuelas no son una fuente importante de transmisión, ni entornos de alto riesgo para el personal
No hay estimaciones sobre los beneficios del cierre de escuelas. En cambio, el coste de mantener las escuelas cerradas en términos de aprendizaje, salud mental y desarrollo socioemocional de los niños es astronómico. A pesar de los loables e imprescindibles esfuerzos de los países por ofrecer educación a distancia, que implican rápidos ajustes, muchos países son conscientes de que la educación a distancia ha sido una compensación débil, desigual y muy parcial de la educación presencial. Las pruebas de ello son cada vez más numerosas.
Simulaciones del Banco Mundial a finales de 2020 mostraron que el indicador de pobreza de aprendizaje -el porcentaje de niños de diez años que no pueden leer y comprender un texto sencillo- probablemente aumentaría del 53% antes de la pandemia al 63 por ciento.
Más recientemente, un estudio realizado en Brasil donde se recogieron datos al principio y al final de 2020, muestra que los estudiantes aprendieron el 27.5% de lo que habrían aprendido si hubieran continuado las clases presenciales. En Sudáfrica, donde los estudiantes de los primeros grados faltaron en promedio al 60 por ciento de los días de clase en 2020 y los de segundo grado incurrieron en perdidas de 70 por ciento de aprendizaje.
Además, con las escuelas cerradas se perdió el principal espacio para igualar oportunidades. En todos los estudios disponibles, hay evidencia de pérdidas mucho mayores cuanto más bajo es el nivel socioeconómico.
Para innumerables niños y jóvenes, la escuela es el único espacio seguro de estimulación, socialización y aprendizaje significativo. Ese espacio ha desaparecido para demasiados y durante demasiado tiempo. Mientras las escuelas estaban cerradas, las oportunidades de los niños para la estimulación educativa estaban definidas por las condiciones en el hogar.
Para los más afortunados, esas condiciones incluían una conexión a Internet, acceso a libros, un espacio para trabajar y padres o tutores que les orientaran. En esas condiciones, es posible cierto aprendizaje.
Otros carecían de esos requisitos previos para el aprendizaje y, en consecuencia, perdían toda su experiencia de aprendizaje. Las marcadas diferencias entre los entornos de aprendizaje de los niños en sus hogares durante la pandemia son un ejemplo de la desigualdad de oportunidades.