René Sánchez Juárez
La Franja de Gaza, un territorio de apenas 365 kilómetros cuadrados, se ha convertido en una de las tragedias humanitarias más graves del siglo XXI. Dos años después del ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023, que dejó 1.219 muertos en su mayoría civiles, la respuesta israelí ha devastado el epicentro palestino.
Según el Ministerio de Salud de Gaza, controlado por Hamás pero validado por la ONU, más de 67.000 palestinos han perdido la vida, con cifras que podrían superar las 186.000 si se incluyen muertes indirectas por hambruna, enfermedades y colapso sanitario.
En este contexto de sufrimiento, la intervención del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el 29 de septiembre de 2025, en una rueda de prensa conjunta con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, Trump presentó un plan de paz de 20 puntos diseñado para poner fin "inmediato" a la guerra.
La propuesta exige un alto al fuego permanente, la liberación en 72 horas de los 48 rehenes israelíes restantes a cambio de 250 presos palestinos sentenciados a condena perpetua y 1.700 detenidos, el desarme total de Hamás y la creación de una "Junta de la Paz" presidida por el propio Trump para supervisar una administración tecnocrática en Gaza, con apoyo árabe e internacional. Además, garantiza ayuda humanitaria masiva para reconstruir infraestructuras como agua, electricidad y hospitales, y ofrece amnistía a miembros de Hamás que se comprometan con la "coexistencia pacífica", junto con salvoconductos para exiliados.
La respuesta de Hamás no se hizo esperar. El 3 de octubre, el grupo islamista aceptó parcialmente el plan, comprometiéndose a liberar a todos los rehenes "según la fórmula de intercambio" propuesta, y a ceder la administración de Gaza a tecnócratas palestinos con respaldo nacional y árabe.
Sin embargo, calificó la propuesta de "imprecisa" y exigió negociaciones inmediatas para aclarar detalles, como garantías de retirada total israelí y el rol de Hamás en el futuro político, sin mencionar explícitamente el desarme. Trump, interpretó esto como una señal de que Hamás está "listo para una paz duradera" y ordenó a Israel detener "inmediatamente" los bombardeos para facilitar el rescate seguro de rehenes, advirtiendo un plazo hasta el domingo 5 de octubre o "se desatará un infierno".
Netanyahu, por su parte, dio un visto bueno condicional, preparando a sus tropas para la "primera fase" del plan, aunque su coalición de ultraderecha presiona para continuar la ofensiva.
No obstante, las dudas persisten. A pesar de la aceptación parcial, los ataques israelíes continuaron el 4 de octubre, matando a 17 personas en Gaza, lo que genera dudas sobre el compromiso real de Netanyahu. Hamás, por su lado, podría endurecer su postura si percibe trampas en el desarme o en la gobernanza futura, como advierten analistas. La historia de treguas fallidas, como la de enero de 2025 rota por Israel en marzo, alimenta el escepticismo.
La intervención de Trump representa un avance importante hacia un posible alto al fuego, y la liberación de rehenes para la reconstrucción. Sin embargo, la complejidad del conflicto, marcada por desconfianzas mutuas y presiones internas, deja abierta la posibilidad de que este frágil equilibrio se rompa.
Si las negociaciones en Doha fracasan, Gaza podría enfrentar una escalada aún mayor, prolongando el ciclo de violencia que ya ha costado tantas vidas. Sólo el tiempo, y la voluntad genuina de todas las partes, dirá si esta es la paz duradera que Trump promete o un espejismo más en el desierto del Oriente Medio. De todo lo anterior tendremos que ver cuál es la ganancia para los Estados Unidos, que nunca se inmiscuyen en asuntos ajenos sin algun tipo de ventaja.