Combatir una inflación récord del 8.6 por ciento y pasar el invierno sin que haya cortes energéticos graves, son parte de los retos que enfrenta Europa en medio del conflicto bélico que prevalece entre Rusia y Ucrania.
Los altos costos energéticos asociados con la guerra benefician a Rusia, un gran exportador de petróleo y gas natural, cuyo activo banco central y años de experiencia lidiando con sanciones han logrado estabilizar el rublo y la inflación a pesar de su aislamiento económico.
Sin embargo, los economistas dicen que Rusia pagará un precio muy caro por la invasión: una fuerte paralización de su economía al suspenderse las inversiones y una merma en los ingresos de la gente.
Además, el continente depende del gas natural ruso y los altos precios de la energía afectan las fábricas, los alimentos y la gasolina; en tanto que reina la incertidumbre en sectores muy dependientes de la energía, como las planas siderúrgicas y la agricultura, que podrían sufrir racionamientos del gas natural para proteger las viviendas si la crisis se agrava.
Por ejemplo, el presidente francés Emmanuel Macron dijo que el gobierno tratará de ahorrar energía apagando las luces callejeras de noche y tomando otras medidas.
En Alemania, las autoridades piden a la gente y los negocios que ahorren energía.
Carsten Brzeski, director de la unidad de la eurozona de banco ING, pronostica una recesión para fin de año porque los precios altos disminuirán el poder adquisitivo de la gente. El crecimiento económico de Europa a largo plazo dependerá de si los gobiernos logran llevar a cabo las grandes inversiones necesarias para contar con una economía basada en energías renovables.
Empresas como IKEA se fueron del país y Rusia dejó de pagar su deuda externa por primera vez en un siglo.